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domingo, 12 de septiembre de 2010

Hurto de un burro en el Pou Roig



D. José Estevan Quiles. Juez de primera instancia de este partido de Callosa de Ensarriá.
Por el presente hago saber: Que en este juzgado pende causa criminal de oficio sobre el hurto de un burro de pertenencia de Mariana Argudo de Gayá, viuda, vecina de Benisa, cuyo hecho tuvo lugar el día cuatro del actual en el punto denominado Puente del Pou Roch, termino de la Villa de Calpe, por un hombre desconocido; y en cuya causa he acordado se publique la presente requisitoria, á fin de que las autoridades de esta provincia que tengan conocimiento del paradero del citado hombre desconocido, con el burro, cuyas señas de uno y otro se espresan a continuación, dispongan la detención del citado hombre con el burro, poniéndolo á disposición de este Juzgado.
Dado en Callosa de Ensarriá á diez y nueve de Julio de mil ochocientos setenta y ocho
José Estevan Quiles
Por mandato de S.S, Fernando Berenguer.
Un hombre que en la manera de vestir parece de la clase de artesano, pues viste pantalón de lana color claro, chaleco de la misma tela, blusa de color azul, sombrero hongo de color café algo claro, alpargatas de cáñamo pasadas con cinta negra, pelo castaño y canoso, bigote también con alguna cana, su edad como de unos cuarenta y cinco años.
Señas del burro
Tendría como unos cinco palmos de altura, pelo pardo con señales de haber tenido lo que vulgarmente se llama esparabañs en las dos piernas, cabezada de cuerda de cáñamo: su aparejo consiste en jalma y dos ropones con albardón, la cincha que sujeta el aparejo era de cáñamo con la cuerda hasta su mitad también de cáñamo, y lo restante de cuerda de esparto.

 
Hay que ver como se las gastaban por aquellos años. El señor Don José Estevan, Juez de Callosa de Ensarria inicia causa criminal por el “hurto de un burro” y por las señas que da tanto del que sustrajo al lamelgo como del burro en si, no creo que los encontrase al ser muchos los que tendrían las características descritas por el señor Juez en su bando.
En aquellos lejanos años se encontraba todavía en construcción la carretera de Alicante a Silla que discurría por nuestro término, ni se había terminado el puente del Mascarat, ni mucho menos estaban habilitados una serie de caminos que desde tiempo inmemorial eran de herradura y no estaban hechos para el paso de carruajes. Estos caminos, calificados de escabrosos por los pocos viajeros que se arriesgaban a pasar por tierras de la Marina, se convertían en auténticos lodazales en cuanto llovía y solamente unos pocos arrieros transitaban por estos caminos y la gran mayoría de ellos eran conocidos.
Andrés Ortolá Tomás

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