Por considerarlo de interés y como un documento más que contribuya a un mejor conocimiento de nuestra villa, incluimos en estas páginas el artículo publicado hace algunos años por el historiador Laureano Robles Carcedo afincado en Calpe hace más de 20 años y al que tengo el gusto de conocer desde mi etapa de Concejal de Cultura.
El otro día, revolviendo papeles en el Archivo Municipal de Valencia, en búsqueda de mil cosas, tropecé con un documento de gran interés para conocer la historia pasada de Calpe. Lo transcribo paleográficamente para que pueda percibirse mejor el sentido y calor humano de quien lo redactó. Dice así:
"Muj Ille. Y Noble, y Siempre fiel, y leal Ciud. De Valª.
Illes. S. S.
La villa de Calp, por medio de sus Alcalde, y Rexi.s Suppte. A los pies de V.SS. con el devido Rendimto. Posible, como mejor puede dice que:
Hallándose, con necessidad, por la epidemia que está padeciendo, por sus muchas enfermedades, de calenturas malignas, Terciarias, dobles y sencillas que exeden de siento, y cuarenta enfermos, en vecindario corto que no alcansa a sien vecinos: según es dever de ello, por las certificaciones que presentó al Ille. Cabildo, y al Sr. Intendente de dicha Ille. Ciud. Firmadas del médico, y cura, de dicha Suppte. A 22 de Agto. De este año: pues por averle faltado la Pesquera en los años inmediatos pasados, de la que se mantenian, y tener pocas cosechas, que en jamás les basta para pagar sus débitos Rca.s y ser su término secano: se allan sin Alimtos. Y sus camas de la maijor parte de ellas son esteras. Y en el suelo: por cujos motivos se an originado dichas enfermedades por lo qual acude al Paternal Amparo de V.SS.
Y Rendidamte. Suppª a V.SS., se dignen açerle caridad, mandando dar una limosna a los Supptes. E a sus enfermos, e, o, aquello que fuere del agrado, y pareciere justo a V. SS. Para que con ella, y con la espera Ille. Cabildo, y del Sr. Almirante, Marques de Ariça, dueño de la Suppte. Puedan recobrar la salud que les convenga, y obviar dichas enfermedades, mediando la Divina Providencia, de Dios Nueso,Sr., açi espera lograrlo de los Caritativos Pechos, Jus y Recto obrar de V.SS. Cum sic et liset" (1)
Se trata, como puede verse, de un Memorial escrito materialmente por el que entonces fuera párroco de la ilustre villa, a instancias, sin embargo, de su Alcalde y concejales del Ayuntamiento. Por él podemos saber que Calpe tenía en aquel entonces unos cien vecinos: aproximadamente unos 500 habitantes, poco más o menos, que Vivian exclusivamente de sus campos y de la pesca. La mitad de su población estaba enferma en agosto de 1728.
Nada menos que 140 de sus habitantes se hallaban postrados en cama, acosados de fuertes calenturas, fiebres terciarias producidas, según el informe por la fermentación de los colchones de esparto sobre los que se dormía. Sus casas, casas de labranza y de pegujaleros, carecían de los más elementales medios de higiene moderna. La falta de agua, de alimentos frescos, el calor que todo lo putrefacta, y mil cosas más hicieron que se produjera la epidemia de que nos habla el documento transcrito.
Tras haberlo leído, consulté a continuación los libros de Actas de Sesiones del Ayuntamiento de Valencia, para ver si efectivamente éste se hizo eco de la ayuda solicitada, y tuve la satisfacción de poder constatar que así fue. Efectivamente, en la sesión celebrada el 11 de septiembre de 1728, se leyó el Memorial escrito por la Villa de Calpe y dirigido al Cabildo eclesiástico de la Catedral de Valencia, que a su vez lo remitía al Alcalde de la Ciudad el 9 de Septiembre de dicho año (2).
La lectura del libro de Actas de sesiones del Ayuntamiento de Valencia nos permite saber, por otro lado, que el entonces Alcalde, Blas Jover Alcázar, y sus regidores o concejales, el Marques de Torresoto, Francisco José Minuarte, Sebastián Xulvi, Juan Bta. Bordes, Antonio Pasqual, Juan Crisóstomo Granell, José Francisco Ramón y Miguel Sesse acordaron conceder una limosna de 50 libras a la villa de Calpe, para atender a los enfermos más necesitados. Al Procurador General de la Ciudad Marqués de Torresoto, se le encomendó ponerse en contacto con el Canónigo Capitular de la Catedral, para que, entre ambos, arbitraran la fórmula más idónea de poder hacer llegar el dinero a la villa de Calpe, evitando todo posible contacto y aislamiento, para que la epidemia no se propagara a los pueblos vecinos.
El documento no nos dice más. De cara a poder reconstruir un poco la historia pasada, es preciso comenzar por recuperar la documentación perdida, dispersa y olvidada un poco por todas partes, sin lo cual no es posible hacer nada. Los pueblos tienen historia si la han dejado escrita en documentos que nos permitan saber cuanto hicieron en su pasado.
Laureano Robles
Universidad de Valencia
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